06 julio 2008

ROMEOO Y JULIETAA




Romeoo se despertó como desconcertado. Triste pero sin estar triste. Feliz por haber compartido todo aquello con Julietaa. Extraño, porque al despertar y mirar al lado, estaba sólo. Muy extraño. Se levantó de la cama para intentar dejar de pensar en lo desgraciado que era por no tenerla junto a él cuando abrió los ojos. Aunque por momentos se encontraba a gusto cuando recordaba. "Le podría haber enseñado este amanecer y esta mañana; que no terminan de ser perfectos porque ella no está aquí para compartirlos conmigo", pensaba. "Le podría haber llevado el desayuno a la cama. Habría sido bonito", pensó. Otro momento para recordar. Hay tantos... Pero no pudo ser.

La casa estaba aún llena de ella. Llena de sillones y camas desechas; llena de desorden, como la cabeza de Romeoo, y sobre todo, llena de su aroma. Así lo sentía él. Tanto era, que quería irse del pequeño escondite de los dos cuanto antes, porque le dolía el tenerla a medias, el tener sus recuerdos y su olor, pero no tenerla a ella.

Romeoo desayunó sólo, tomó una ducha en silencio, y ordenó todos los recuerdos de Julietaa antes de irse.

Sólo una última vez, se dijo a sí mismo. Y acercó a su cara las sábanas donde antes habían soñado los dos. Respiró fuerte. Hondo. El aroma era aún puro a Julietaa; y se mezclaba con algunas gotas de chocolate que habían compartido sus cuerpos, sus sonrisas, sus nervios, sus lenguas. LOS DOS.

De repente, Romeoo sintió que las paredes se le echaban encima; necesitó salir de allí y escapar del hecho de que las cosas a veces son más complicadas de lo que quisiéramos.


... me gustan los problemas.



Agur.