26 junio 2008

PEQUEÑAJO.




-¿Alguna vez has perdido algo sin haberlo llegado a tener en tus manos?

-No lo sé. Una vez me dijeron que había ganado el concurso de cuentos de mi colegio. La mañana que llegué a recoger el premio; recuerdo que era un libro de Harry Potter, me dijeron que había sido un error y que el ganador no era yo. No sé si se puede comparar a lo que estás hablando.

-¿Lloraste?

-Si. Claro. Era un crío. Un pequeñajo.

-Los pequeñajos lloran.

-Lo sé. Los mayores a veces también. Yo he visto a algún mayor llorar. Pero a veces lloran por dentro. Las lágrimas no les caen hacia fuera. Por eso no las vemos. Porque lo que les llora es el corazón.

-Cuando pierdes algo que aún no has tenido te sientes mal. Tanto que a veces es difícil de explicar. Tratas de buscar las palabras adecuadas para describirlo y quizá sentirte mejor hablando con alguien, pero no las encuentras.

-No te das cuenta de lo que tienes hasta que lo pierdes. Pero... ¿y si aún no lo has tenido ni tan siquiera? ¿Cómo puedes entender la manera en que lo has perdido? ¿Cómo te das cuenta de que lo has perdido?

-No sé... supongo que si te das cuenta es porque lo querías mucho aunque no lo hubieras tenido aún. O porque ansiabas muchísimo tenerlo. Es triste. Muy triste.

-Lo sé.

-Agur.


-Agur.

16 junio 2008

TE ENFADAS.


Si alguien sube al piso de arriba, te enfadas. Sólo pueden ser tus verdaderos amigos aquellos que se quedan en tu mismo nivel. Si alguien quiere subir un poco más, seguir avanzando, evolucionar, explorar lo que hay un poco más alto, aprender... te enfadas. Y te escudas en el hecho de que para aprender hace falta cometer errores. Son intrínsecos. Y en los errores te regocijas. Los aprovechas para echarlos en cara y así hacer parecer que tienes razón.


Pero gracias al cielo, o al inferno, nadie tiene razón. Ahí reside tu fallo. Crees que siempre tienes razón. Es difícil admitir que uno ha estado equivocándose un montón de tiempo, porque ese tiempo es tiempo perdido; y perder el tiempo es algo que no le gusta a nadie. Todo el mundo lo odia.


Yo estoy perdiendo el tiempo ahora. Lo admito. Reconozco que me estoy equivocando. Pero ya me he dado cuenta. Me he equivocado al aprender algo nuevo. Es normal. Pero lo que necesito en este momento es que no me crucifiques; ni por haber intentado ver lo que se cuece en el piso de arriba, ni mucho menos por haberme equivocado en el intento. Yo sigo siendo el mismo, lo mejor que te puede pasar. Lo sabías en su momento y lo sabes ahora. No me dejas que siga en tu vida tal y como antes lo hacía, sólo porque vivo en la planta de encima; porque crees que te estoy pisando, y no es así. Sólo estoy pisando el suelo de mi nueva casa; que es la que esta encima de la tuya, y eso te quema por dentro. Y si oyes mis pisadas arriba, parece que es mucho peor.


Tú pisas el suelo de tu casa y el vecino de abajo no se ofende ni te dice que le estás pisando a él ni a su tejado. Ni siquiera lo piensa, que es lo que haces tú mientras intentas hacer ver hasta a tí mismo que no te importa que ahora viva arriba.


No quieres que vuelva a vivir abajo y a mí me encantaría. Esa es la verdad. El hecho de querer ver como se vive arriba no debería quitarme el derecho a volver a vivir abajo y compartir piso contigo. Eso no me quita el derecho. Me lo quitas tú. Tú lo haces. Si de cara se supone que no había problema y que todo seguía igual, ¿porqué ahora no quieres ni hablar de volver?


No serías tan feliz con nadie. No has vuelto a serlo.


Se nota en tu voz.




Agur.

11 junio 2008

EL BESO MÁS DIFÍCIL DE LA HISTORIA




El beso más difícil de la historia se me resiste. Y es normal, es el más difícil. Podría besar el suelo, pero estoy harto de morder el polvo cada vez que quiero mirarte. Eso duele, aunque no lo parezca. El dolor no significa que uno tenga que dejar de sonreír.

Uno a veces deja de sonreír porque la lluvia le acompaña allí donde va. Por eso a veces me encuentro roto en esencia. Roto a la perfección. Porque tocar el cielo con las manos y después bajar a los infiernos es un camino demasiado largo para recorrerlo tan deprisa. Prefiero que corramos por las calles y gritemos “Tú y Yo”.

Debería conformarme con una caricia en principio, pero el cariño de verdad sólo importa a dos y mis bolsillos están tan llenos de lágrimas que ni un huracán podría separar todo esto de mis manos. Aun así, pensaré que fuimos grandes.

Quiero ser feliz contigo mientras le damos vueltas al café por la mañana.



Agur.