16 febrero 2007

PIENSA...


El otro día me ocurrió algo curioso, y casi pasó desapercibido delante de mis ojos. Madrugada. Fiesta. Al otro lado de la noche, dos personas. Dentro de un coche. Hablando. Escuchando. Aprendiendo. Conociéndose. Apreciándose. Riendo. Compartiendo. Haciendo lo de siempre, pero sin aburrirse. Haciendo pensar. Pensando. Pensando.

Una piensa: "Una noche más... entretenida, eso sí... hay que valorar lo que se tiene, tu gente, tus amigos..., y el que no piense así, que se joda..."

La otra piensa: "... joder, llevo hablando y escuchando varias horas y cuando me he venido a dar cuenta, he visto que he estado todo ese tiempo sin encender la radio, sin acordarme en absoluto de ella... la verdad es que no me apetece nada encenderla... esto no me ha pasado en la vida..."

Alumbrando como luciérnagas.


Agur.

09 febrero 2007

MONARQUÍA DE LA LUZ



"Yo soy", dice la luz. Sin predicado alguno. Es la pura existencia: el acto de existir en que todo se apoya; la fuente de la vida -más que el agua- que asume todo origen.

Fiat lux es la orden que pone en marcha la creación entera. Y cualquier otra creación: no sólo la del Génesis sino la reiterada y personal de cada hora. Se trata de un proceso de respiración, de una sístole y una diástole que mantienen el milagro de este mundo. (También de otro, porque, si el Paraíso no es de luz, ¿qué sera?)

La luz es la unidad que no desaparece ni se diluye en relación alguna: a todas las sostiene como una mano diáfana. Y cuando, a una primera y deficiente vista, desaparece, es sólo que se cubre con un paño de sombra para no deslumbrar. Igual que el cielo, en el atardecer, usa las nubes fucsias, moradas, rosas, para que se resalten su verde, su amarillo, sus azules.

De tal manera la luz es la pintura que su presencia determina el cuerpo de ella, mezclada con la propia corriente de su dinámica y su desenvolvimiento. De manera que ya es indiscernible la conciencia de la una y de la otra.

La imaginaria ausencia de la luz es uan circunstancia, también imaginaria, de esa íntima vinculación: un estado que, como la noche, nos rodea de secretos; un estado que proporciona profundidad e intensidad tangibles. Una intensidad y una profundidad que no son sino fugaces vislumbres de la luz con el fin de que creamos estar solos.

El sentimiento de la pintura no es preciso buscarlo: está ahí, en la luz, como algo dado, como si lo produjese la certeza de su procedencia. Y aflora a la superficie del color con la exhalación calma o terrible de una ola.

La pintura no es más que el desposorio con la luz. Un desposorio en que la luz acepta ser manejada, no dominada como sucede en otras artes. Acaso lo que tienen en común todas ellas sea que el caudaloso río de la realidad, al percutir en quienes las ejercen, hace saltar la deseada chispa, distinta en cada una. Acaece que el arte -la poyesis platónica, la creación, la poesía en definitiva- es como un líquido que adquiere la forma del recipiente en que se vierte. Y tal creación tomará el aspecto de escultura o música o arquitectura o literatura o pintura, según su dominación se ejerza sobre el volumen o el tiempo o el ritmo o la palabra o el color o la luz. Pero la luz no se deja domesticar, sino que reta al que la mira e impone su infinita monarquía.

El pintor tiene con ella una pasión monógama. Monógama y la vez libre. Tan segura de sí misma está la luz que deja abierto al mundo, porque sabe que su fuerza y esencia provienen del mandato de ella, que dispone la configuración y los límites de todo. Ella, cuyo exceso nos ciega lo mismo que el exceso en el amor, aguarda, acechando, a sus amantes, que creen poder prescindir de su proximidad mientras la están, ilusos, buscando a todas horas.

Y es que el pintor no se hace: está, desde antes del principio, sorteando acechanzas y atisbando. Lo que sí se hace es su modo de avizorar el universo, su actitud cautelosa o desafiadora, el tono con que reclama la libertad.

El que es pintor se abre, al nacer, en el más estricto de los sentidos, los ojos y a la luz. Y la luz le dará el más estricto de los sentidos a su vida.

Pero ¿qué será, día a día, para él la luz? ¿Un concepto relativo: si todo es luz, no hay luz; sin sombras no la hay; el tenebrismo es la mejor manera de ensalzarla? ¿O será la gran reina absoluta? ¿Sirve sólo la luz para alumbrar la gran hermosura del mundo, o es ella misma la poseedora de la hermosura, o más aún, es ella la hermosura? ¿Se alimenta la luz de los colores que las cosas le ofrecen, los posee, los transforma, los regula, o las cosas son un mero soporte para que ella repose su polícroma carga de belleza?

Forma dat esse rei, aseguraron los escolásticos. Sin embargo, aquí ocurre lo contrario: es la esencia -la luz- la que da la forma, la que la impulsa, la contornea y la levanta. Porque aquí esencia y forma son lo mismo. No hay ya naturaleza viva o muerta, ni humanidad, ni anécdota, ni abstracción, sino sólo la luz que lo hincha todo, lo libera, lo crea y lo recrea a cada instante: la luz del ser brillando a través de las formas. ¿Y qué más que eso es la belleza? Y verla es ver la vida y unirse con la vida.

Dice Leonardo: "Mirad la luz y admirad su perfección. Cerrad los ojos y observad: lo que habéis visto ya no existe; lo que veréis no existe todavía". ¿Quién lo rehace si quien lo hace está en perpetuo movimiento? He aquí el incesante e incansable oficio de la luz. Próxima y lejana camina, sin contaminarse, sobre los vertederos de penumbra o tiniebla: en el fondo, ella es quien los produce. Porque no ilumina para sí, sino para nosotros; tal es la enigmática razón de su generosidad, de que todos vivimos. El don del arte es concretar cualidades que habitan en todos los corazones, pero que sólo unos cuantos, jubilosos, nos muestran.

Sueña el pintor, sediento, su pintura. Se empapa en aires, se embebe en lontananzas. De aquellos sueños queda lo mejor y más cierto: el otoño del tiempo los depura; la primavera de la ensoñación los enjoya; el invierno de la distancia los afila; el verano del amor los enardece. Y son todo luz ya: luz libre, luz no esquiva, serena y más gozosa, más gozosa y serena cada día. Cualquier pretexto basta para su danza y su canción.

La luz, así, es la plenitud de un momento en sí mismo: elmomento en que nos arrebata y se abole al conciencia del yo. El momento en el que nada falta o sobra, que quedará en el lienzo retratado. Porque la luz interior responde a la exterior, la aprehende y la conjura.

Fiat lux. Fiat lux.
(Antonio Gala)



Agur.

DAR, DAR Y RECIBIR


Me miras y no se porqué me miras tan bien. Ni siquiera tú sabes porqué lo haces tan bien. Ni siquiera sabes que me miras, pero me miras mejor que nadie. Es increíble. Te preocupas por nada, aún no sabes que hay cosas que vienen con la edad, pero es la edad la que te hará darte cuenta de ello. No te preocupes por nada, todos vivimos en nuestro mundo de rock and roll. Tú también. ¿De verdad que no te habías dado cuenta? Además, tu mundo de rock and roll es muy auténtico, es algo cierto, completamente creíble. Es rock and roll de verdad, del que profesaban Morrison, Hendrix, Janis, Jagger, Richard, Tyler, Page, Plant y todos los demás; es ese mundo que a veces es alegre, a veces enfermo, a veces inconsciente, peligroso, indiferente, oscuro, rebelde... pero siempre único... como la forma en que me miras.

"Dar y recibir ha sido ley de vida a lo largo del tiempo", leí o escuché alguna vez en alguna parte. Es el milagro de compartir. Compartimos miradas sobre todas las cosas, de acuerdo, pero... ¿sólo eso? ¿y qué hay de todo lo demás que no te has dado cuenta que compartimos? ¿Qué hay de las sonrisas? ¿y del rock y de nuestra vida? ¿y de nuestra manera de ver las cosas? ¿y de no estar de acuerdo a veces? ¿y de saber lo que pensamos? ¿y de no entenderte cuando me hablas tan cerca que me dan escalofríos?

No puedo cortarme la cabeza y compartirla conmigo mísmo, por mucha gracia que te haga, así que tendrás que cortártela tú para que juguemos los dos.



Agur.

04 febrero 2007

MIND THE GAP

Estoy aqui. Esto es muy grande, muy grande. Gracias a Arancha, Sandro y los demas.


P.D. Este teclado no tiene acentos.



Agur.