02 octubre 2007

MR. SINCERIDAD




Un premio por ser sincero. No era suficiente cara bonita, supongo, ni suficientemente payaso, ni lo suficiente caradura. Simplemente era sincero. Tanto que desbordaba a veces. Pero no nos equivoquemos. Era sincero, que no maleducado. No era ni mucho menos el alma de la fiesta. De todos modos nadie me engañó. Eran los premios sobrantes, como ese, los que se le daban a alguien como yo. Eran los premios que a todos gustaban, pero nadie quería. Todos ansiabamos los premios más superficiales, a pesar de que intentaban que interiorizasemos valores que se supone que debían ir por dentro, como la procesión. Allí no nos enseñaban a ser suficientemente buenos, sólo un poco. Lo intentaban. Pero sólo lo conseguían de verdad con algunos de nosotros. A mí me duró unos años. Creo que aún me queda mucho de eso; de lo que me hizo ser respetado por algunos que antes no lo hacían. Al final incluso tengo que dar las gracias, por ayudarme a ser más normal, o al menos, a que me vieran como uno más, y no como un bicho raro cuatro ojos sin gracia.

Yo era de los que sabía interpretar todo lo que hablaban, casi instantáneamente, así que no me podían hablar siempre en clave. La mayoría de las veces, cuando nos encontrabamos a solas, preferían hablarme con claridad y hasta con crudeza. En definitiva, se veían obligados a decirme la verdad. A mí me gustaba.

A veces me encuentro con algunos por ahí... siempre cuando menos lo espero y cuando menos lo esperan. Las reacciones son para todos los gustos y de todos los colores. Hay momentos de verguenza, de hacer como si no pasara nada, de no acordarse, de hacer como si no me ven, de alegría... Pero sigue habiendo gente a la que siempre estaré agradecida por haberme hecho como soy, y que de vez en cuando la vida, el destino o como lo quieras llamar, nos cruza y nos alegra un poco más la existencia.



Agur.