02 agosto 2006

EL DIABLO ARCÁNGEL



Absolutamente deslumbrante, el diablo arcángel de tez huesuda, preciado en lo precioso y preciso en el desprecio, bebe en lugares extraños, rutila, y abandona la rutina serpenteando entre mandíbulas amenazantes, lenguas despectivas creativas en lo deleznable y plebeyos errantes que nadan en mierda hedionda de ideología.

Su mirada hueca invita a perderse en las cavernas de sus ojos. Algo inútil merodea en las oscuras cuencas, algo simple, estúpido, idiota, algo que de puro sencillo se transforma en neto misterio. La apatía como forma de ver el mundo.

-No me avergüenzo de lo que soy, sino de lo que puedo llegar a ser, pero mientras siga rezando en el presene no tego porque preocuparme del futuro- se dice.

-No escucharé las voces que me declaran la guerra mientras exista una voz que me declare amor- piensa. -Prefiero ver todos los días aquello que deseo. Prefiero echarlo de más a echarlo de menos. Prefiero conjugarme en el placer. Prefiero vivir en el prefiero-.

Camina sin equipaje, sin rumbo, sin mapa, sin dar lugar a un lugar donde perderse, sin nada en absoluto que perder. Todo es cuestión de suerte, destino, de fe; de arrojarse de repente y en la misma caída aprender a caer.

Mira atrás, heredero de una generación que estira sus lazos de unión a través de cuatro décadas, que desde los orígenes hasta el ahora, desde la primera melodía de cucaracha, ha venido escupiendo y esculpiendo hermosas frases en la roca, frases de las que se siente deudor, y cuyo único pago es posible con otra profunda cincelada en la roca, en el rock.

-Puedo ser lo que quiera. Puedo no ser lo que no quiera- asegura. -Acepto todo lo regalado, todo lo que me den, incluso lo que me de la gana- afirma. -Por qué tengo que hablar todo el tiempo si sé prefectamente que lo que digo no se aproxima mínimamente a lo que quiero decir-.

De puro sencillo, gusta de carcajear a gusto con otros de su especie, evadiendo así cualquier tipo de pose ante sus iguales. De puro sencillo habla como la basura, sus palabras son soeces, su expresión incorrecta, sus aspiraciones vulgares. De puro sencillo, consume su tiempo dejando pasar preciosas oportunidades complejas para arrojarse de cara a la simplicidad de una vida que esconde placeres en las esquinas más recónditas y oscuras.

Canta algunas canciones. Compone y se descompone. Improvisa su conducta de manera arbitraria. Nunca es igual pero siempre es él mismo. Monarquía de la hipocresía. Hipocresía principesca y estilizada.

-Más vale quedar como un cerdo y pedir perdón a dejarme pasar por el mundo como una beata reprimida- asevera. -Si me esperan en el infierno, que se jodan, porque pienso ir al cielo y levantar las faldas de Dios. Seguro que lleva una bonita lencería-.

Practica su discurso cuando la conferencia ha terminado. Se aleja con la cabeza bien alta, bendito, sin aureola pero santo, sin tridente pero malo, maldito y, tras el fracaso, nunca el rabo entre las piernas, sino entre las manos, que la muerte es algo puta, y tal vez mañana no pueda despertar, ni amanecer, ni despegar los párpados.


Agur.