BAJO A POR TABACO

10:30 de la mañana. Algún hotel de cualquier lugar. Angela, 28 años, se maquilla delante del espejo.
Para haberle conocido anoche, no esta nada mal. Incluso ha sido algo especial, diría yo. Es inteligente, educado, atractivo, tiene sentido del humor, es muy bueno en la cama y además tiene dinero... es casi perfecto... ¿Dónde he dejado el pintalabios? Aquí está. Creo que me gusta mucho... quien sabe, quizá sea el definitivo, pero el tiempo dirá... aunque a mí no me importaría que el definitivo fuera él si todo va a ir así de bien. Dios, pero ¿qué estoy diciendo? si le conocí ayer... bueno, él dijo que no estaba buscando rollos de una noche, sino algo duradero, sentar la cabeza, tener estabilidad sentimental... justo lo mismo que yo... es una locura todo lo que estoy pensando, pero algo me dice que esto va para largo, que va en serio... Tiene un gran corazón. No deja de sorprenderme el hecho de que alguien que parece tan sencillo, tan normal, tan de la calle, como yo, sea capaz de pasar cinco años de su vida en países subdesarrollados ayudando a niños necesitadosy privándose de todas las cosas buenas que podía haber tenido aquí. Eso no lo hace cualquiera. Es especial. Muy especial.
Andrés, 30 años, sale de la ducha y se viste rápidamente.
-Cariño, yo ya estoy, ¿te falta mucho?
-No, termino de pintarme, me pongo los zapatos y lista. Un par de minutos.
-Vale, pues bajo a por tabaco y subo, no tardo nada.
-Bueno, pero bésame antes de irte.
Angela sigue pintándose. Termina. Se pone sus zapatos blancos. No están rotos, pero se ven algo viejos. Pronto tendrá que comprar unos nuevos. Se sienta a esperar. A esperar a su amor. Su amor. El mismo que ahora va en un taxi, dirección a casa, la misma que le describió a Angela, pero en otro barrio distinto al que le dijo, muy lejano. Así nunca podrá encontrarle. Andrés, Juan en la realidad, 35 años, quiere ir a casa para descansar, porque durmiendo en una cama de hotel no se descansa lo mismo que durmiendo en tu propia cama. Tiene que descansar porque mañana debe ir a trabajar. Un trabajo que le absorbe casi por completo el tiempo; tanto es así que jamás ha podido ir de viaje, jamás ha salido de España, aunque tampoco ha tenido nunca suficiente dinero como para poder permitírselo. A pesar de todo, la noche de este jueves le salió muy bien a Andrés. O a Juan, según se mire.
Mientras él duerme en casa, ella llora y lucha con la recepción del hotel y con dos policías, porque no tiene dinero, ni tarjetas de crédito ni ánimos para poder pagar la cena de anoche, ni el desayuno, ni la habitación.
Al menos esta vez no tendrá que pagar el tabaco.
Agur.
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